Publicado en el periódico 10 Minutos de Saltillo
Alejandro Cárdenas López*
Yo no lo se de cierto, pero lo supongo, que en Ramos Arizpe, Coahuila, algo raro hay entre el nivel de violencia que aumentó en los últimos meses y las elecciones municipales, porque para el galimatías político que se vive, no hay nada mejor que la construcción del miedo en los electores.
Aunque no queda claro por dónde viene la bolita, si la obsesión por ganar de Ramón Oceguera del PRI o el dedazo del PAN de Héctor Horacio Dávila; lo extraño es que en Saltillo donde gobierna el tricolor pareciera como si fuera Islandia, el país más seguro del mundo y justo a 15 kilómetros en el municipio panista, se perciba como si se perpetrara la Batalla de la Angostura.
Hay mucha información al respecto, por ejemplo en el 2005 Liliana López Levi, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana, publicó en un artículo llamado “Evidencias y discursos del miedo en la ciudad: casos mexicanos”, que el miedo social se construye y se deja crecer hasta que se vuelve más una percepción que realidad.
Es decir, la mayoría de las veces el nivel de violencia se descubre peor en los medios de comunicación, sin importar la realidad o los avances de las corporaciones policiacas para combatir a la delincuencia.
Por un lado, se maximiza la violencia y se busca demostrar la incapacidad del gobierno para defender a su pueblo, y por otro, porque forman exclusión física y fomentan una ciudadanía desconfiada, sin vínculos colectivos y absorta a espacios callejeros; casi obligados sólo a “salir” ir a los “malls”, centros comerciales, cines y clubs deportivos o privados.
En Ramos Arizpe todavía se puede decir que, aunque menos que hace dos o tres décadas, se vive ese clima donde el tejido social se encentra sólido: la gente se conoce, convive en las calles, comparten espacios públicos, pero existe “una tendencia creciente a la construcción de espacios cerrados que se aíslan del resto de la ciudad”, dice el documento de López Levi.
También enriquece la idea el autor costarricense Javier Torres Vindas, de la Agencia Latinoamericana de Información, quien afirma que con estas campañas se da una simulación de seguridad dentro de los límites, o lo que llaman “edge cities” o urbanismo defensivo que beneficia a la sociedad del consumo.
Lo anterior al parecer inserto en un clima electoral hostil preparado para desestabilizar el día de la votación, donde debería reinar la civilidad, el orden y la participación ciudadana.
No olvidemos que en la elección de hace cuatro años, se dio en Ramos Arizpe un hecho muy extraño donde, el día de la elección, varias camionetas negras recorrían sospechosamente la ciudad y aunque no fueron identificadas, sí enrarecieron el ambiente electoral.
¿Qué crea esta campaña del miedo? Pocos votantes, y escaza valoración de las propuestas y los candidatos. La crisis en la industria automotriz se podría ahondar en el motor industrial de Coahuila por la violencia y las campañas de miedo.
¿Quién será el titiritero que está generando una percepción de inestabilidad en Ramos Arizpe, aprovechando los esfuerzos legítimos y muy valientes del director de la Policía Municipal, Manuel de Jesús Cisero Salazar?
Posdata. Por cierto, en Nuevo León, hace aproximadamente un mes, cuando en una colonia residencial no se presentaron policías estatales y municipales para apoyar al Ejército en una casa de seguridad, todos los oficiales ausentes fueron dados de baja, entre ellos dos comandantes. ¿Y en Coahuila, cuándo dará de baja la Fiscalía a los que se hicieron “que les hablaba la virgen” mientras Cisero Salazar arriesgaba su vida? Como decía el poeta Jaime Sabines, yo no lo se de cierto, pero lo supongo.
*Maestro en periodismo.