MOISÉS NAÍM Y PHILIP BENNETT |
11:58 p.m. | 22 de marzo de 2015
Fragmento del texto publicdo en El Tiempo de Colombia
11:58 p.m. | 22 de marzo de 2015
Fragmento del texto publicdo en El Tiempo de Colombia
Dos convicciones se han asentado en el pensamiento contemporáneo sobre el periodismo. La primera es que internet es la fuerza que más está convulsionando a los medios de comunicación. La segunda es que la red está desplazando el poder, de los gobiernos a los individuos.
Es difícil no estar de acuerdo. Sin embargo, estas afirmaciones esconden el hecho de que los
gobiernos están teniendo el mismo éxito que internet a la hora de
irrumpir en los medios de comunicación independientes y condicionar la
información que llega a la sociedad. Es más, en muchos países
pobres o en los que tienen regímenes autocráticos, las acciones
gubernamentales pesan más que internet a la hora de definir cómo y quién
produce y consume la información. Sorprendentemente, la censura está en pleno apogeo en la era de la información.
En teoría, las nuevas tecnologías hacen que a
los gobiernos les sea más difícil, y en última instancia imposible
controlar el flujo de la información. Algunos sostuvieron que el
nacimiento de internet presagiaba la muerte de la censura. En 1993, John
Gilmore, un pionero de internet, declaraba a la revista Time: “La red
interpreta la censura como un obstáculo que debe evitar”.
No ha resultado así. Hoy, muchos gobiernos han aprendido a esquivar los efectos liberadores que tiene internet.
En Hungría, Ecuador, Turquía y Kenia, las autoridades emulan a
autocracias como Rusia, Irán o China censurando noticias críticas y
creando sus propias empresas estatales de comunicación. También han
adoptado maneras invisibles y potentes de reprimir periodistas.
Así, la esperanza de que internet permitiría
la proliferación de fuentes de información independientes y diversas se
ha hecho realidad solo para una minoría de la humanidad.
Tradicionalmente, la censura consistía
en que funcionarios del Gobierno inspeccionaban el contenido de los
periódicos, revistas, libros, películas o informativos y lo suprimían o
alteraban de modo que solo la información considerada aceptable llegase a la ciudadanía.
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