martes, junio 30, 2009

Voto nulo, duro ¿y puro?

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Alejandro Cárdenas López

La campaña del voto en blanco navega desde hace varios años en la escena política. Aunque el argumento no es nuevo, se valora su aparición espontánea de ciertos grupos sociales y aunque sigue el debate, la respuesta de políticos y algunos académicos se limitan a considerarla como mediocre, estéril e insuficiente, lo cual nubla el verdadero tema sobre reformas estructurales: desaparición de plurinominales, candidaturas independientes, reelección de diputados, segunda vuelta y manufactura de votos.

El tema se difundió hace tres años cuando se publicó en libro “Ensayo sobre la lucidez” del critico premio novel de literatura José Saramago, una novela profundamente política que relata cómo en un municipio llaman a votar en blanco en la elección y más del 75% de los votos son anulados, lo cual generó una atroz represión del gobierno.

En una parte, cuando la persecución inicia, un personaje afirma a los perseguidores: nunca podrán decir que la culpa la tienen éstos a quienes la voluntad popular, libremente expresada en sucesivas, pacíficas y leales disputas democráticas, confió los destinos de la nación y ustedes han traicionado la memoria de sus antepasados. No se quejen de nosotros, quéjense ante ustedes mismos.

Con ello, Saramago da entender que votar en blanco es un derecho irrenunciable, y entonces, no es un problema de los ciudadanos, sino de la clase política, quienes más que preocuparse por el voto en blanco, deberían atender las causas, como por ejemplo, los bajos niveles de aceptación y poca credibilidad.

Para el filósofo y politólogo Norberto Bobbio la apatía política de ninguna manera es un síntoma de crisis de un sistema democrático sino, como habitualmente se observa, un signo de perfecta salud: es suficiente interpretar la apatía política no como un rechazo al sistema sino como benevolente indiferencia.

En el fondo, en el inconsciente colectivo de lo mexicanos, sabemos que votar ya no es un acto de poder, porque la consigna de los partidos es: gana la elección quién acarrea más votos de la forma que sea, con dinero privado o público.

El voto en blanco, que según las encuestas nacionales hace 15 días, sería de entre el 7% y 10% del total de votantes, los pone en evidencia. ¿Cuántas boletas serán llenadas con plena libertad de decisión y por voluntad propia de los ciudadanos para escoger a quien verdaderamente defima mejor el rumbo del país? Esperemos que la mayoría, aunque pocos confiarían en esa respuesta.

Sobre las candidaturas independientes, el debate se cetra en un sistema de partidos políticos poco representativo. Ante ello, la lógica es: “yo voto en blanco porque ni los candidatos, ni los partidos me convencen; prefiero abrir la posibilidad de un independiente, pero como legalmente los partidos políticos no lo permiten, los exhibo con mi voto nulo”.

La cultura del mapachismo, el partidismo servil y la compra del voto reflejan una realidad, aún con los tremendos esfuerzos del IFE de consolidar y dar credibilidad a las elecciones: muy pocos votos son puros. Entonces, si mi voto va a ser “nulo” porque se van a acarrear a miles de personas, entonces “para qué jugar a las elecciones y legitimar medianamente una farsa bien organizada”.

Si hubiera índices de abstencionismo menores, entonces, la competencia y la autentificación sería mayor, pero pocos aceptan que mantener la pobreza, el desempleo, la crisis y la falta de educación son los mejores aliados del abstencionismo.

Alejandro Martí propuso otra forma de mostrar el rechazo a la clase política y suena muy bien, pero hasta ahora a nivel nacional, no más del 20% de los 1508 candidatos diputados, gobernadores y alcaldes se han sumado al llamado de firmar sus propuestas con notario público. En Coahuila, mucho menos. Parece que si seguimos la buena medida de Martí, la cual llegó tarde, podría haber más abstencionismo, porque muy pocos candidatos la han retomado.

Si después de la elección los temas de equidad y apertura electoral no se vuelven parte de la agenda legislativa y del debate público, entonces se habría confirmado que la campaña del voto nulo fue mediocre, estéril e insuficiente. Si esos temas, y otros, se retoman y se inician los debates, sería una pausa y avance, pero serían los últimos tres años de benevolente indiferencia. (interescolectivo@yahoo.com)

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