martes, agosto 18, 2009

¿Coahuila o Chapulandia?

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Publicado en el periódico 10 Minutos de Saltillo.

Alejandro Cárdenas López*

La renuncia de decenas de funcionarios públicos a sus puestos actuales para contender por las alcaldías de Coahuila, desató más pasiones que el triunfo de la selección mexicana de futbol contra Estados Unidos.

Aunque predominan los movimientos del Gobierno del Estado y el PRI, hay de otros partidos en el “tejemaneje” de este tipo de renuncias, las cuales se han vuelto una forma natural de acomodar los puestos públicos. En las universidades, siguiendo la línea oficial, ya se podrá dar la lección del profesor que repite a sus alumnos: yo chapulineo, tú chapulineas, él chapulinea... No importan las acciones, la credibilidad, el crecimiento del estado, la seguridad, el empleo. Importa mantener el poder.

Esta forma de resolver vacantes tienen repercusiones según las encuestas de credibilidad, donde el tercer factor más importante para determinar la confianza en las instituciones públicas en América Latina es “cumplir sus promesas” por debajo de “ser fiscalizados” y “tratar a todos por igual”, según Latinobarómetro.

Sabemos de una Ley Antichapulin fue presentada por Alianza Cívica desde el 2005 con aval de grupos empresariales, religiosos y académicos, pero fue congelada deliberadamente en la legislatura anterior, aún después de que Horario del Bosque, líder del recinto en aquel entonces, había prometido aprobarla, algo que en otros estados como Baja Califormia, sí se pudo fraguar y se encuentra en debate público en Durango y San Luis Potosí.

En Coahuila, la iniciativa ciudadana se echó a la borda y suena Maquiavélico justificar cualquier medio legal o ilegal por mantener el poder. Al parecer ni la sociedad ni los gobernantes aprendemos de los errores históricos cuando los caudillos desbocados piensan que son la formula única a los problemas del país, sin ver que el avance en la mejora de la sociedad es con apertura entre varios grupos y actores que llevan de la mano un cambio estructural, como hace muchos años Benito Juárez logró estabilizar al país con su idea de “noción de Nación”.

Pero los saltamontes caen más cerca de la famosa frase del historiador inglés Lord John Acton: “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
El reciente brinco de funcionarios permite entender varios asuntos: En primer lugar, destaca la coordinación para anunciar y realizar tantos movimientos masivos en tan poco tiempo, lo cual deja vacíos internos en los puestos públicos, lo cual retrasa la curva de aprendizaje y la productividad.

Segundo, se exhibe la falta de insumos políticos y humanos para ocupar puestos de elección popular, por lo que echan mano de elementos de confianza y fieles al proyecto, sin importar el perfil de los puestos. Por último, se refuerzan las piezas del ajedrez de un grupo cerrado y falto de confianza hacia otros sectores de poder en el estado.

Nuestros próximos candidatos y precandidatos a alcaldes de Coahuila empiezan con el pie izquierdo. Ellos, si llegan a ganar, no tendrán autoridad moral para quejarse de quienes iniciaron la campaña del voto nulo o de los que no votan.

Estas acciones deliberadas dejan a Maquiavelo a un lado, superan lo que José Vasconcelos llama, degradación y estulticia. Porque la repetición de “Chapulandia” en cada elección deshonra la moral política y a un hecho así, fácilmente se le podría llamar una vorágine política, “cual sordo zumbido de ramajes en la tormenta, percibo la amenaza”, como lo decribe el gran escritor colombiano, Eustaquio Rivera, en su libro “La Vorágine”, donde relata cómo se explotó la goma en ese país y casi acaban con los indígenas.

Tal vez estas ideas suenen rampantes y alevosas, pero cualquier expresión es menor comparada con la tromba de la renuncia de decenas de funcionarios, quienes habían asumido un compromiso con sus votantes, con sus proyectos y servicios, con su puesto, con su tema. El compromiso era con el partido, no con los ciudadanos.

*Maestro en periodismo.

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