Además de diversos gobiernos, los gigantes de la tecnología censuran contenido en sus grandes plataformas de redes sociales, dispositivos móviles, aplicaciones y páginas web.
Por Alejandro Cárdenas López
Me refiero a Apple, Google, Microsoft, Facebook y WhatsApp, entre otras compañías cuyos productos de software y hardware se han infiltrado en la cotidianeidad de nuestras vidas y controlan parte de ellas.
PUBLICIDAD
En su más reciente libro, ¿Cyberevolución en la política?, Germán Espino, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro, señala que hay dos corrientes actuales sobre los estudios de internet:
- La primera vertiente es de intelectuales optimistas que consideran que todas las transformaciones que provienen de las nuevas tecnologías serán positivas.
- La segunda es más crítica de las exageraciones de los ciberevangelistas, y problematiza las transformaciones del mundo debido a este impulso tecnológico.
Esa idea de liberación no coincide con lo que sucedió en 2009 cuando Apple bloqueó las aplicaciones del iPhone sobre el Dalai Lama en la tienda virtual china junto con otras de corte político, tras una petición del gobierno de ese país, de acuerdo con lo publicado por la revista PC World.
No pretendo negar la contribución a los cambios en los hábitos de consumo de música digital y la tremenda creatividad de Steve Jobs y su equipo, pero las quejas contra la censura de Apple no han cesado.
El editor de Tecnología y Sociedad de The Huffington Post, Alexander Howard, publicó en septiembre de 2015 que la política de la empresa para rechazar aplicaciones es exasperantemente inconsistente. Pone como ejemplo una app que fue rechazada por mostrar los radares de velocidad de la policía en Estados Unidos, por ser una actividad ilegal en diversas zonas, pero ese mismo servicio está disponible en muchas otras apps.
El argumento principal de MacKinnon es que se suponía que estas empresas anunciaban que internet nos iba a liberar y que nos facilitaría la vida, pero sólo sucedió en cierto sentido.
En el mundo en los últimos años se han establecido nuevas leyes que limitan la publicación y difusión de contenido en internet, y en muchos lugares, los usuarios de redes sociales pueden terminar en la cárcel o se puede bloquear un sitio porque lo que contiene no es del agrado del gobierno en turno.
De acuerdo con el informe de Reporteros Sin Fronteras, Los Enemigos de Internet 2014, algunos de los países que más censuran son China, Corea del Norte, Rusia, Turquía, Irán, Turkmenistán, Siria, Vietnam, Bahréin, Sudán, Somalia, Gambia, Venezuela, Bangladesh, Isla de Granada y Arabia.
En México, la censura tiene que ver principalmente con la propaganda oficial. Además, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha intentado aprobar regulaciones más severas a internet, con el argumento de la seguridad nacional, como se intentó en la reforma de telecomunicaciones.
Y aunque lograron poco gracias a la oposición de diversos grupos de la sociedad, quedaron dos artículos sobre neutralidad de la red que dejan algunas dudas, de acuerdo con el texto publicado en 2014 de Carlos Brito, director de Incidencia de R3D: Red en Defensa de los Derechos Digitales, para el sitio Digitalrightslac.net.
“En una lectura integral, ofrece un marco apropiado para un internet abierto y libre… asunto que, sin embargo, todavía queda en manos del Instituto Federal de Telecomunicaciones concretar. Y en este último punto, la cosa no pinta bien”, señala.
La preocupación de Brito es porque el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) son los reguladores en la materia. Y lo grave es que, a inicios de 2014, el INAI aprobó una resolución que instauraba en México una versión del “derecho al olvido”, que podría terminar por censurar portales de medios de comunicación.
“Cuando los mexicanos luchan por liberarse de un esquema de concentración en la televisión y la radio, pronto se podrían encontrar uno nuevo, más grande y complejo en internet”, dice el texto de Carlos Brito.
Uno de los hechos más conocidos fue cuando a inicios de 2013, el gobierno federal fue acusado de haber censurado por varios meses el sitio 1dmx.org, en colaboración con la Embajada de Estados Unidos en México, para presionar al proveedor de dominios GoDaddy.
Aun así, es importante reconocer que, desde hace algunos años, estos gigantes tecnológicos generan informes de transparencia sobre peticiones de eliminación de información, que, aunque raquíticos, esos documentos son lo poco que podemos saber de esa faceta de relación con gobiernos, además de las revelaciones de los cables internacionales de Wikileaks y los documentos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) que filtró Edward Snowden.
En una charla en Ted, la autora MacKinnon menciona que estas normas de censura son bastante
arbitrarias y más estrechas que las normas constitucionales de libertad de expresión de cada país, principalmente en las democracias establecidas, o responden y ceden y negocian la censura con regímenes autoritarios.
Antes, la soberanía de nuestras libertades físicas estaba regulada y controlada casi en su totalidad por los Estados-nación, pero ahora tenemos un nuevo estrato de soberanía privada en el ciberespacio, que, como si fuera ley supranacional, decide lo que podemos y no hacer. Y con ello desafían a cada país, cada Estado, cada ciudadano.
No se niega que Facebook y Twitter han sido muy útiles para la protesta en movimientos principalmente en Medio Oriente y América Latina, pero la autora aclara que es más fácil usar internet para derrocar un gobierno que para “construir una democracia estable”.
Sin dejar de mencionar los acuerdos secretos y esas relaciones simbólicas de estas empresas con la NSA para que seamos vigilados masivamente, ahora no sólo nos espían, sino que logran censurar lo que publican opositores políticos.
En ocasiones, la relación se ha dado porque, al parecer, estas empresas son atacadas por hackers y ciberespías, como Google o Microsoft, que no sólo aceptan su vulnerabilidad sino que comparten con el gobierno de Estados Unidos sus investigaciones para que los ayuden.
De acuerdo con Salon.com, los acuerdos secretos desde 2009 incluyen compañías que comparten información con la NSA, como manufactureras de computadoras, servidores y ruteadores, programas populares en internet (incluido Microsoft), proveedores de internet y correo electrónico, empresas de telecomunicaciones, empresas creadoras de satélites, empresas de antivirus y programadores de algoritmos de encriptación.
En la revista Wired, en 2010 un texto de Chris Anderson despertó amplia polémica: a dos décadas de su nacimiento, la World Wide Web está en deterioro, donde las apps (aplicaciones) y los dispositivos móviles proporcionan servicios impecables, pero al parecer se trata “menos de buscar y más acerca de obtener”, y es víctima del “curso inevitable del capitalismo”.
“Uno de los cambios más importantes en el mundo digital ha sido el moverse de una web abierta y ancha a plataformas semicerradas que usan internet como vía de comunicación, pero no como un navegador”, publicó Wired.
Menciono en este texto algunos ejemplos de este tipo, de los programas que más utilizamos.
Apenas en marzo de 2015, Facebook actualizó sus normas de censura e incluye información sobre el número de contenido restringido solicitado por gobiernos, es decir, páginas, fotos y textos. El aumento significó más del doble (111%) del segundo semestre de 2014, con 9,707 restricciones, al primer semestre de 2015, con 20,568.
India, Turquía, Francia, Israel y Alemania son los países que más eliminaron contenido durante el primer semestre de 2015. México reporta cero restricciones.
La página de Facebook también muestra solicitudes de datos gubernamentales que aumentaron en todo el mundo 18%, de 35,051 a 41,214, del último semestre de 2014 al primer semestre de 2015.
Los países que más solicitudes realizaron son Estados Unidos, India, Reino Unido y Francia.
Estas peticiones son sobre los más de 1,000 millones de usuarios de su red social, es decir, de nosotros, nuestros hábitos, nuestros comentarios por chat y nuestros datos personales, y probablemente los de Kate del Castillo y Sean Penn, entre otros.
México ocupa el lugar 15 en el mundo de esa lista, y responden a solicitudes de gobierno y causas penales. En el último semestre de 2014 se realizaron 260 peticiones y en el primer semestre de 2015 fueron 313, un aumento de 20%, es decir, 2 puntos porcentuales más que el promedio general de todos los países.
En cuanto a la censura no política (que en algunos casos podría estar disfrazada) se entiende el interés de la empresa de evitar propagar la pornografía comercial en sus redes, aunque resulta extraño que la difusión de cierto contenido sea legal en muchos países.
También restringen la promoción del terrorismo, incitaciones al odio, acoso o derechos de autor, entre otras. Con esas políticas, la meta de la empresa –de acuerdo con su dueño, Mark Zuckerberg– es “dar al máximo número de personas la posibilidad de expresarse lo máximo que pueda”, informó La Vanguardia.
A pesar de las claras consignas, Facebook aplica su política de forma confusa. Por ejemplo, en el caso de las publicaciones de videos sobre decapitaciones, primero las prohibió y después rectificó, permitiendo su difusión, de acuerdo con la BBC. A inicios de 2016 fue muy criticado que la red social censuró hasta la estatua de La Sirenita desnuda en Australia –un homenaje al cuento infantil–, por tener “demasiada piel desnuda o connotaciones sexuales”. Aunque después dio marcha atrás y aceptó su publicación.
Otra de las críticas a Facebook es que ha bloqueado la página de Telegram, la aplicación de menajes móviles con altos niveles de privacidad (que incluye chat encriptado), que es competencia directa de WhatsApp, comprada por Facebook. Desde finales de 2015 han generado una seria de acusaciones entre las empresas, pero la página https://www.facebook.com/tlgrm no está visible.
Otro caso importante es el de Google en China, donde, en conjunto con el gobierno, han desarrollado un sofisticado programa que es conocido como la “Gran Muralla Electrónica”, que controla casi todo el contenido, y cuentan con un grupo de trabajo que vigila a los opositores y un grupo de empresas tecnológicas que son premiadas por “cooperar”. Google es de los pocos gigantes que han podido ser utilizados; no así Facebook, Twitter y otros.
En cuanto a sus páginas que eliminan por peticiones gubernamentales, normalmente Google recibe solicitudes de tribunales y organismos gubernamentales de todo el mundo para que retiren información de sus productos.
En cuanto a México, en el primer semestre de 2014, Google recibió 10 peticiones y en el segundo semestre recibió 15, de las cuales ninguna fue aceptada por la empresa. Un incremento de 50% en las peticiones en seis meses y el más alto desde 2010. De ese total, 14 fueron solicitadas por el Poder Ejecutivo, la policía y otros, y sólo uno por orden judicial.
Google explica que las solicitudes gubernamentales a menudo intentan evitar la publicación de contenido político y críticas al gobierno.
Los productos que más se pidieron fueran bajados fueron YouTube, búsquedas y correo electrónico, y los motivos fueron, en orden de importancia, por privacidad y seguridad, difamación, derechos de autor, acoso u hostigamiento.
A nivel mundial, de 2009 a la fecha el número de solicitudes de retiro de contenido de Google se ha casi triplicado de 1,062 en 2009 a 3,523 en 2014. Las principales causas son por difamación, y de las solicitudes hechas sólo han eliminado información en un 35%. Otras quejas son por uso de drogas, privacidad y seguridad.
Nuevas mediaciones
Este impacto y poder de las empresas tecnológicas requiere nuevas aproximaciones teóricas sobre las mediaciones en la rama de la comunicación. Uno de los primeros referentes es el famoso libro del filósofo y semiólogo Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones, publicado en 1987, en que se comienza a observar el poder de la audiencia y su papel estratégico en la configuración de su propio mundo.
Barbero, un referente de los estudios culturales y de medios, abrió la puerta para investigar los procesos de construcción de lo masivo, más allá “del chantaje culturalista que los convierte inevitablemente en procesos de degradación cultural”. Por ello buscó investigarlos desde las mediaciones y los sujetos, es decir, desde la articulación entre las prácticas de comunicación y movimientos sociales.
Su propuesta teórica fue explorada recientemente desde la perspectiva digital por Carlos Scolari, con la idea de la hipermediación, además de las contribuciones de Henry Jenkins y la narrativa transmedia. Ahora se investiga internet y las redes sociales, por las formas colaborativas, que renuevan y expanden esas prácticas populares de consumo mediático.
Estamos hablando de una nueva mediación, no sólo de los gobiernos que regulan las telecomunicaciones y las concesiones de TV y radio, sino que ahora internet, por sus características, se está volviendo el gran medio entre las masas y los gobiernos, pero la mayoría de sus proveedores de servicios son privados, no públicos.
MacKinnon señala en la introducción de su libro que es tiempo de dejar de debatir si internet es una herramienta efectiva para la expresión política, y movernos a una pregunta más urgente: ¿cómo la tecnología digital se puede estructurar, gobernar, y ser utilizada para maximizar el bien que puede hacer en el mundo, y no lo malo?
Más que las empresas, es pasar del usuario al ciudadano para ubicarlo en el centro de internet, es defender el interés público sobre el de cualquier empresa o gobierno, porque los derechos ciudadanos y las libertades individuales deberían estar por encima de cualquiera que ofrezca el servicio.
Publicado en la revista Forbes México
Alejandro Cárdenas López (@alcarlop) es periodista y profesor del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Contacto:
Correo: prensa.ibero@ibero.mx
Twitter: @PrensaIbero
Página web: Ibero Ciudad de México
No hay comentarios.:
Publicar un comentario