17 de junio 17
En una democracia sin segunda vuelta, donde ganan los candidatos por minoría en relación con el total del electorado, la credibilidad de las instituciones se ve minada. El debate sobre la segunda vuelta, que daría certeza y capacidad negociadora a los candidatos, ha sido bloqueada varias ocasiones por diputados federales del PRI y sus aliados y recientemente también por los de Morena.
En este contexto, los resultados de las elecciones en Coahuila son un ejemplo de la debilidad de los organismo pretendidamente autónomos, del enorme y vulgar peso político de los partidos y de la participación ciudadana que castigó a los malos gobernantes.
El estado se ha cimbrado políticamente. Era necesario ante 12 años de opacidad, pero ahora le toca a las instituciones atender las impugnaciones, sobre todo el robo de urnas y la falta de resguardo de policías de urnas y actas, como lo denunciaron el consejero electoral ciudadano del Instituto Nacional Electoral (INE) en Coahuila, Luis Alberto Vázquez, y columnistas nacionales y locales.
La exigencia de rendición de cuentas vertical se expresó en las urnas, con 22% menos de votos al PRI a la Gubernatura, comparado con 2011, y la pérdida de la mayoría en el Congreso local. También fueron señales del hartazgo hacia la dividida familia Moreira. Hoy la llamada rendición de cuentas horizontal es la que toca hacer valer a las instituciones y a los ciudadanos exigirla.
Las acusaciones de fallas del INE en capacitación y del Instituto Electoral de Coahuila en operación y cómputo, continúan afectando su credibilidad y la de los consejeros. Tienen algo de razón en parte de su argumentación sobre que compitieron muchos partidos y eso complicó los conteos en las casillas, pero eso no los justifica porque debieron preverlo y acentuar la capacitación. Además, los partidos nuevos han sido acusados de ser satélites del clan Moreira.
Un gobierno estatal señalado por influir para crear partidos aliados, de intentar cooptar consejeros y funcionarios de casilla y de comprar medios de comunicación, refleja una maquinaria electoral compleja y elaborada sobre cómo hacer trampa al amparo de la ley.
La pérdida del PRI de su control del Congreso es un triunfo ciudadano por el incremento en la participación, más allá de la arrogancia de la oposición a no aliarse y haberse confiado del aparato de Estado.
Coahuila gana y pierde con la elección. Sin el control del Congreso del PRI y sus aliados, el PAN, Unidad Democrática de Coahuila, Morena y PRD tendrán hasta 15 diputados y el PRI sólo 10 (si bien se presume que el PRD pueda aliarse más fácilmente al PRI que al resto de los partidos). La oposición ahora podría reabrir casos enterrados como la megadeuda, los desaparecidos y otros de los lastres que dejaron los funcionarios salientes. Pero ojalá los panistas no sigan el ejemplo de un Congreso como el de Guanajuato, que hace unos meses pretendía aprobar legislación contra la libertad de expresión.
Con cualquier partido debe haber una ciudadanía de verdadero contrapeso, y en este momento, sin abanderar a la oposición y los candidatos independientes, puede surgir un gran bloque civil que vigile a los funcionarios locales. Un movimiento de rendición de cuentas y sin partidos es posible, como sucedió en el entonces Distrito Federal, después del terremoto de 1985.
Aunque es evidente la crisis interna en el PAN a nivel local y nacional, la supuesta derrota de Guillermo Anaya, abanderado de la Alianza Ciudadana por Coahuila, tiene sabor a triunfo, por haber impulsado la victoria de la oposición en el Congreso, haber capitalizado el repudio a los hermanos Moreira y lograr que Humberto no tuviera fuero. Además, generalmente van de la mano los resultados de Congreso Local y la gubernatura, pero resulta extraño que, en este caso, haya ganado Miguel Riquelme, de la Coalición por un Coahuila Seguro, sólo en las votaciones a gobernador y no en las diputaciones.
El triunfo de Riquelme tiene sabor a derrota. Se enfrenta a un estado indignado y dividido, con menos de un tercio del electorado (de toda la lista nominal) que votó por él, a medios de comunicación vigilantes, columnistas nacionales muy críticos y a un frente de oposición de casi todos los contendientes, que han exigido anular la elección.
Texto publicado en El Siglo de Torreón y Aristegui Noticias.
*Periodista y académico.
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